Patatas bravas, la reina de las tapas.

Uno de los placeres mundialmente reconocidos por nuestra ya comentada comunidad gastronómica, es el de poder disfrutar de una buena tapa de patatas bravas con un refrigerio bien fresquito, mientras dejas los minutos pasar en buena compañía y, entre bocado y bocado, olvidar los problemas del día entre cotilleos y risas. No sé si se podría englobar en nuestra saludable dieta mediterránea, o mejor, como typical spanish (comida típica española), solo sé que unas buenas patatas bravas rompen el maleficio de un día desastroso y te reconcilia de nuevo con el mundo, no con tu dietista.

Las patatas no tienen gluten, eso es algo que hay que tener en cuenta y que solo hay que tener cuidado donde se fríen, ya que al hacerlo en un aceite donde se ha frito algo con gluten nos la contaminara. Ojo con los bares, si pides patatas ya sabes que es lo que con casi toda seguridad contienen, pero en enemigos del gluten te vamos a enseñar a hacerlas y mucho más buenas que en la mayoría de los bares.

Toda buena patata brava tiene que tener unos requisitos indispensables y uno de ellos es que la salsa este hecha a mano, no vale el recurso rápido y socorrido de los bares cutres de pimentón picante o ketchup y ajonesa de bote. No amigos, eso no es una patata en condiciones y si no lo crees prueba esta receta y comprenderás toda está hilera de argumentos.

Recalco que puede que no sea una receta que este definida dentro de la comida sana, pero en toda buena dieta tiene que existir un día dónde darnos un capricho y este puede ser un estupendo día para probar tan suculento manjar.

Para la salsa:

  • Dos dientes de ajo.
  • Dos botes grandes de tomate entero pelado.
  • Una cucharadita de pimentón de la Vera
  • Aceite virgen extra.
  • Una cucharadita de sal
  • Una chalota
  • Un chile

Esta receta es muy sencilla de hacer:

En un bote de turmix colocaremos; los dientes de ajo, la chalota, el pimentón de la vera, la sal, el tomate al que le hemos quitado el agua vertiéndolo en un colador y estrujándolo con la mano, un buen chorro de aceite virgen extra, un chile o aceite picante, este es opcional, pero si llamamos bravas a las patatas es porque pica, si no, llamarlas patatas bailarinas o patatas mansas.

Esto lo dejo como reflexión y para dejar patente mi delirio por el picante, fuente activadora del metabolismo y potenciador del sabor de las comidas, siempre que se incorpore en su justa medida.

Después de este inciso y con todos los ingredientes dentro del vaso de turmix, lo trituraremos todo hasta que quede una pasta homogénea y lo escaldaremos unos segundos pasándolo por la sartén, lo justo para que rompa el sabor a crudo, pero sin cocinarlo.

Con las patatas tenemos dos opciones:

La tradicional, y con la que te darán un puesto en el pódium de los maestros cocineros de bravas, consiste en cortar las patatas a mano en dados y pasarlas doce minutos por agua hirviendo con sal y con una rama de tomillo que le dará un toque de sabor especial. Pasados los doce minutos las metemos en la freidora hasta que estén bien doradas, las sacamos a un bol hondo con papel absorbente para quitarles el exceso de aceite y le añadimos unas cucharadas de la salsa mezclando todo Bien. Ya tenemos nuestras patatas listas y al estar previamente hervidas nos absorberán menos aceite.

La segunda opción es el mismo proceso, pero con patatas bravas de bolsa congeladas, más rápidas y menos delicadas al paladar, pero eso dependerá del listón o tiempo que tenga cada uno.

Las presentaremos en un plato con unas cucharadas de mayonesa en los lados y habrá que estar bien atento para poder probarlas antes de que solo queden unas manchas de salsa en su superficie. Si pestañeas no las probaras, lo digo por experiencia.

La salsa excedente se puede guardar en porciones individuales en el congelador, es una manera de tener siempre salsa a punto para cualquier ocasión.

Espero vuestros comentarios, que busquéis alimentos gluten free y que nuestra lucha os haga más libres.

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